La esencia espiritual del San-Martinismo - Capítulo San-Martinista Lux Mundi

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Capítulo San-Martinista Lux Mundi
Madrid - España
- Sociedad Espitirual e Iniciática San-Martinista -

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La esencia espiritual del San-Martinismo

El San-Martinismo de la S+I
La esencia espiritual del san-martinismo

El San-Martinismo, del que la Sociedad de los Independientes encarna su expresión, después de haberse ocupado de dar a conocer su sentido, respetuoso con la historia de la Orden Martinista en la cual se inscribe, es, no obstante, una reforma contemporánea del martinismo papusiano, reforma emprendida a fin de inscribir el proceso iniciático de las almas de deseo en la más pura tradición de Saint-Martin, para poder poner en práctica, efectivamente, el programa de la “vía según lo interno” fijada por el Filósofo Desconocido a sus íntimos, obrando por la meditación y la oración interior para la purificación del corazón, de tal forma que sea Dios mismo quien venga a orar en nosotros.

Como decía Saint-Martin: “Debemos atraer el modelo sobre nosotros y formar de este modo la más sublime unión que jamás podría hacer ninguna teúrgia ni ninguna ceremonia misteriosa de las que las otras iniciaciones están llenas… la teúrgia que emplea la naturaleza elemental, como tal, la creo inútil y extraña a nuestro verdadero teurgismo, donde no hay más llama que nuestro deseo ni más luz que la de nuestra pureza” (Carta a Kirchberger, 19 de junio de 1797).  
 
Es cierto que subsiste una tradicional referencia a Saint-Martin en el espíritu de la gran mayoría de miembros de las Órdenes que se declaran “Martinistas”, apoyada y reforzada por la evocación ritual realizada, por su título de guía eminente y afortunado fundador, durante el encendido de las luminarias, pero está, desafortunadamente, desnuda por lo general de toda dimensión “operativa” y de consecuencia práctica, señalando, en la mayoría de los casos, una especie de reconocimiento sentimental respecto a un Maestro evidentemente venerado, pero singularmente ignorado desde el punto de vista doctrinal, incluso, desgraciadamente, totalmente abandonado y relegado a un segundo plano en favor de curiosas “vías” nada compatibles, ante toda evidencia, con las ideas y los principios fundamentales del teósofo de Amboise. Ante esta situación, resulta fácil pensar a cualquiera que haya frecuentado las múltiples estructuras Martinistas existentes (y sin ánimo de juzgar, con toda caridad fraternal, la sinceridad individual de los que las forman, sinceridad que en ningún momento ponemos en duda), que parece, no obstante, vital y necesario, a dos siglos del nacimiento al Cielo de nuestro Maestro, comprometerse en una investigación honesta ante estos planteamientos y cuestionarse, con toda franqueza y rigor, sobre la autenticidad de su evolución. En este sentido, un examen serio de lo deseado verdaderamente por Saint-Martin para sus íntimos y lo que proponen los grupos actuales, nos demuestra inmediatamente la distancia que separa, a veces radicalmente, la actividad de los Martinistas contemporáneos de la obra “san-martiniana” efectiva.
 
Es por esto que nos ha parecido imperativo, por la exigencia de nuestros deberes en tanto que discípulos sinceros que desean ser fieles y respetuosos con el espíritu y las intenciones del Filósofo Desconocido, emprender una clase de restablecimiento del espíritu sanmartiniano, y constituir, o más exactamente despertar, más allá pero también a partir de nuestras propias cualificaciones Martinistas, bendecidos y apoyados en ello por los bondadosos y valiosos consejos de nuestro añorado Hermano y Padre Robert Amadou (1924-2006), esta “Sociedad de los Independientes”, Sociedad imaginada y esperada antaño por Saint-Martin, de tal forma que en ella se pueda efectuar, lejos del ruido y del mundo, el lento proceso de purificación, de regeneración, de santificación y de reconciliación, proceso esencial fundamentado sobre la plegaria interior, nutrido por la oración y sustentado por la humildad del corazón.


 
 
Toda la Sociedad de los Independientes tenía también la mirada puesta en los grandes aconte­cimientos que estaban ocurriendo; cada uno de los miembros de la Sociedad resplandecía de exaltación al ver acelerarse así el reinado de un poder justo y el triunfo de la Verdad. Se oyeron entre ellos cánticos sagrados entonados con antelación, y nuevos anuncios proféticos sobre los éxitos aún mayores que estaban por venir para coronar la buena causa
(Saint-Martin, El Cocodrilo, Cántico 62).
 
 
La única iniciación que predico (…), es aquella por la que podemos penetrar en el corazón de Dios, y hacer entrar el corazón de Dios en nosotros, para hacer un matrimonio indisoluble que nos haga el amigo, el hermano y la esposa de nuestro Divino Reparador
(Saint-Martin a Kirchberger, 19 de junio de 1797).
 
 
“Tenemos siempre en nosotros el altar que es nuestro corazón, al Sacrificador que es nuestra palabra y al sacrificio que es nuestro cuerpo”
(Saint-Martin, Lecciones de Lyon, nº 76, 25 de octubre de 1775).



 
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