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- Orar y “operar” con Saint-Martin, “purificándonos”, sabiendo que, según el Filósofo Desconocido: “No es la cabeza lo que debe romperse para avanzar en la senda de la verdad, sino el corazón”.- Hacer un buen uso, “depurado” y limitado, de los símbolos legados por la Tradición Martinista, reforzando de esta forma la transmisión iniciática de las enseñanzas del Filósofo Desconocido, es decir, las que él dispensa en vida a sus escasos íntimos.- Constituir, en cierta forma, una Escuela activa de teosofía [2] “sanmartiniana”.