Una Reforma contemporánea del Martinismo Papusiano
El San-Martinismo de la S+I
Una reforma contemporánea del Martinismo Papusiano
Reunidos, casi dos siglos después del Nacimiento al Cielo del teósofo de Amboise, el 14 de octubre de 2003, para considerar honestamente el estado de la situación de la herencia sanmartiniana, nos pareció de una evidencia extrema la distancia que separa a la mayoría de círculos que reivindican del Filósofo Desconocido su pensamiento original, según la idea que se han impuesto para proseguir cada uno, en sus diversos grados, las metas y los objetivos que han tomado como propios, trabajando sobre sujetos bien distintos, al menos, de las intenciones primeras de este buen maestro que no dudó en definirse como “amigo de Cristo”.
Así pues, un examen serio de lo deseado verdaderamente por Saint-Martin para sus íntimos, nos muestra de inmediato la fosa, por no decir el abismo, que nos mantiene actualmente alejados de la obra “sanmartiniana” efectiva.
Es por esto que nos ha parecido imperativo, por la exigencia de nuestros deberes en tanto que discípulos sinceros que desean ser fieles y respetuosos con el espíritu y las intenciones del Filósofo Desconocido, emprender una clase de restablecimiento del espíritu sanmartiniano, y constituir, o más exactamente despertar, más allá pero también a partir de nuestras propias cualificaciones Martinistas, bendecidos y apoyados en ello por los bondadosos y valiosos consejos de nuestro añorado Hermano y Padre Robert Amadou (1924-2006), esta “Sociedad de los Independientes”, Sociedad imaginada y esperada antaño por Saint-Martin, de tal forma que en ella se pueda efectuar, lejos del ruido y del mundo, el lento proceso de purificación, de regeneración, de santificación y de reconciliación, proceso esencial fundamentado sobre la plegaria interior, nutrido por la oración y sustentado por la humildad del corazón.
Bajo los auspicios de esta “Sociedad de los Independientes”, “y de la profunda doctrina a la que se aplican sus diferentes miembros” (El Cocodrilo, Canto 15), fue edificada, bajo el respeto a los principios sanmartinianos, no una “Orden” Martinista [1] más entre las innumerables Órdenes que se declaran y se presentan como tales, sino la pequeña “Sociedad” deseada por el Filósofo Desconocido, a saber, la reunión de los Servidores Incógnitos, de estos “Independientes” que han acogido el mensaje del Evangelio considerándose, simplemente, como pobres discípulos de Cristo Jesús, Nuestro divino Maestro, Reparador y Señor, YHSVH.
Así pues, es nuestro deseo:
- Orar y “operar” con Saint-Martin, “purificándonos”, sabiendo que, según el Filósofo Desconocido: “No es la cabeza lo que debe romperse para avanzar en la senda de la verdad, sino el corazón”.- Hacer un buen uso, “depurado” y limitado, de los símbolos legados por la Tradición Martinista, reforzando de esta forma la transmisión iniciática de las enseñanzas del Filósofo Desconocido, es decir, las que él dispensa en vida a sus escasos íntimos.- Constituir, en cierta forma, una Escuela activa de teosofía [2] “sanmartiniana”.
Y tal es la obra que le es impuesta a los miembros de esta “Sociedad” pensada por Saint-Martin como una Fraternidad del Bien, una Sociedad cuasi religiosa, a saber, la Sociedad de los Hermanos, silenciosos e invisibles, que consagran sus trabajos a la celebración de los misterios del nacimiento del Verbo en el alma; círculo íntimo de los piadosos Servidores, reagrupados, según el deseo del Filósofo Desconocido, y a fin de responder a su voluntad inicial y primera, en “Sociedad de los Independientes”, que no tiene “ninguna especie de semejanza con ninguna de las sociedades conocidas” (El Cocodrilo, Canto 14); “Es esta Sociedad la que os anuncio como siendo la única en la Tierra que constituye una imagen real de la sociedad divina, y de la que os informo que soy su fundador” (El Cocodrilo, Canto 91).
En una fórmula de la que tenía incontestablemente el secreto, y que Robert Amadou gustaba a menudo repetir, Louis-Claude de Saint-Martin nos presenta los medios para realizar el largo trayecto en dirección al Santuario interior a fin de contemplar la incomparable Gloria del Eterno y prosternarse ante la infinidad de su Amor, fórmula que resume todo el programa sanmartiniano tal como lo practicamos: “Tenemos siempre el altar con nosotros que es nuestro corazón, al Sacrificador que es nuestra palabra y el sacrificio que es nuestro cuerpo” (Lecciones de Lyon, nº 76, 25 de octubre de 1775, SM).
Es por lo que, Saint-Martin, y aquellos que reivindican su pensamiento, se reúnen bajo el nombre de “Sociedad de los Independientes”, tal es la obra auténtica, tal es el itinerario en el cual nos hemos comprometido, alejando de nosotros las largas rutas espaciosas que conducen a los precipicios y a la ruina, pues conservamos con devoción en la memoria la pertinente sentencia del Filósofo Desconocido: “Desgraciado aquel que no funda su edificio espiritual sobre la sólida base de su corazón en perpetua purificación e inmolación por el fuego sagrado” (Retrato, 427).
Por lo tanto, se nos pide entregarnos por completo, abandonarnos y abalanzarnos con confianza en los brazos del Señor sin intentar querer seguir aferrándose a viejas ramas muertas, al igual que se nos exige igualmente, en un movimiento similar, someternos al misterio del Amor infinito y entrar en la pura comunión del Cielo, siguiendo en esto los valiosos consejos que nos da, más allá de la distancia de los siglos, Louis-Claude de Saint-Martin: “Alma humana, únete al Cielo que ha aportado sobre la tierra el poder de purificar todas las sustancias; únete a aquel que, siendo Dios, solo se da a conocer a los simples y a los pequeños, y se deja ignorar por los sabios” (El Hombre de Deseo, § 201).
[1] “El Martinismo es la doctrina, la gnosis judeo-cristiana de Martines de Pasqually que se encuentra integralmente en el seno de la Orden de los Élus Cohen, y que fue desarrollada por sus dos discípulos más próximos, Jean-Baptiste Willermoz que la introdujo en el seno del Régimen Escocés Rectificado, y Louis-Claude de Saint-Martin, verdadero maestro espiritual y filósofo religioso, que firma con el seudónimo de Filósofo Desconocido sus valiosos libros de teosofía. Aunque Louis-Claude de Saint-Martin no fundó nunca ninguna Orden, Papus (el Dr. Gérard Encausse) lo hizo al comienzo del siglo veinte, atribuyendo la paternidad al Filósofo Desconocido, y todas las Órdenes Martinistas hasta hoy se remontan hasta esta creación de Papus. Digamos que se trata, en realidad, de una “filiación de deseo””. (Robert Amadou, Prefacio al Tratado de la Reintegración).
[2] Se debe entender esencialmente por “Teosofía”: la ciencia de los misterios.